Reconocieron el triunfo del maestro Pedro Castillo como presidente del Perú pero debido a una enorme presencia y presión popular que no pudieron contrarrestar ni con las artimañas de Fujimori, ni con las del convicto Vladimiro Montesinos, ni con el manipuleo de los militares cuyos altos mandos, todos regodos, vieron que un intento de golpe de Estado llevaría a una ruptura de las fuerzas armadas.
En Perú la preponderancia de la Armada respecto al Ejército, es notable y esto desbalancea el equilibrio interior de la fuerza y debilita la conformación de un núcleo radical ultramontano.
Al interior de Perú Libre cuyos cuadros principales asumirían funciones de Estado, existe en ellos una «Intelligentsia» marxista de aparente buen nivel.
Castillo es «primus inter pares» luego hacemos votos porque sepan navegar en las aguas tormentosas y tramposas a las que han entrado.
El pueblo peruano ha demostrado un notable nivel de conciencia política y un noble instinto de vigilancia de clase.
Con un congreso todavía semi-dominado por la derecha, entra Castillo en aguas traicioneras, pero con el gran capital político con que comienza el nuevo régimen, existen buenas posibilidades de abrir un ciclo de reformas profundo alcance popular. Y si el proceso se sostiene y no trastabilla el rumbo (recordar el sandinismo de Nicaragua) las perspectivas junto a Bolivia progresista, a un Chile que camina hacia la reforma constitucional más democrática de toda su historia, junto a Venezuela que intenta implantar otro modelo y colaborando con Cuba como el más avanzado de todos las perspectivas, son alentadoras y promisorias.
El sistema de control imperial está a la defensiva pero no debilitado. Sus socios gobernantes en el resto de países de América Latina tendrán que hilar muy fino para contrarrestar los nuevos aires que soplan, máxime, que varios países pequeños caribeños se inclinan en este sentido.
Además un estímulo adicional a México para ampliar y profundizar sus posiciones progresistas, e igual para Argentina.
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