1. Un problema capital consiste en que los países musulmanes más representativos de los petrodólares, constituyen una unidad política entre Iglesia y Estado.
Esta situación de la necesaria separación entre Iglesia y Estado, fue uno de los factores claves de la emergencia del capitalismo moderno, que en su momento fue una fuerza progresiva en la historia. En cambio, las naciones musulmanas que no lo han alcanzado, están ancladas a formas históricas obsoletas de gobiernos que frenan y entorpecen su salto al desarrollo capitalista moderno. Son Arabia Saudita, Jordania (que no es petrodolar), Irán, Kuwait, Oman, Emiratos Árabes. También Marruecos, aunque es el eslabón débil de los productores de petrodolares. Los que tienen cierta separación iglesia-estado, con formas liberales, no son los más ricos, aunque son los más poblados: Turquía, Egipto Indonesia, Pakistán y Bangladesh. Esto plantea otra contradicción. Excepto Argelia que es petrodólares productora, y dado que tiene formas liberales de gobierno heredadas de una guerra de independencia, se acerca más a la forma europeo-occidental de gobierno. Lo que obliga a reconfigurar de otra forma su análisis.
2. Otros países musulmanes carecen de poder económico-político (financiero) a nivel internacional, cómo ciertos de África. No son por tanto actores de primera línea en el actual juego de las tensiones políticas mundiales.
3. Lo asombroso es que los petro productores, que durante casi un siglo han obtenido ganancias gigantescas con el petróleo, ninguno es un país desarrollado, aunque ahora en el siglo XXI han intentado ciertos particulares procesos de modernización puntual, que precisamente por ser así, no alcanzan para dar un salto a desarrollo capitalista comparable al europeo, por dar el ejemplo. Asombra como ni Arabia Saudita ni los otros rico petro productores, sean países industrializados modernos.
El caso de Egipto, oteando desde otro ángulo este asunto, que no es gran petro productor, es típico en su atraso, lo mismo que el de Indonesia, que sigue anclada en un atraso estructural muy fuerte. Porque ninguno de estos dos últimos es un petro productor significativo. Lo que los coloca en el nivel de las naciones no determinadoras de los rumbos maestros de la política mundial.
Aquí no consideramos casos «marginales» cómo los de Túnez por ej.
El caso de Turquía es especialmente interesante porque su nacimiento laico moderno con Ataturk le confirió unas posibilidades de desarrollo capitalista moderno que tampoco ha sabido alcanzar precisamente ahora, por tener un gobierno laico pero musulmán radicalizado hacia un fanatismo de tinte obscurantista.
4. Hay que remarcar un hecho contundente de la política internacional de todos estos países musulmanes agresivamente críticos de la alianza uso-europea: cuando critican USA y Europa (con razón por el daño que los euro-americanos les han infligido en el pasado), estos gobiernos condenan virulentamente a USA y Europa, pero jamás condenan ni denuncian al verdadero culpable de las desgracias que afligen el planeta, el capitalismo global o el imperialismo capitalista. De las bocas de los gobiernos musulmanes salen críticas candentes hacia los grandes países capitalistas, pero son solo críticas a sus formas perversas de dominar, jamás una condena a sus regímenes como sistemas integrales de la propiedad privada del gran capital privado ¿Por qué? Porque todos ellos son también países capitalistas donde reina la propiedad privada del capital. Tanto ellos como las naciones euro occidentales a las que atacan, pertenecen a la gran familia mundial del capital privado de la libre empresa.
5. Resumiendo, aquí radica un asunto medular que las personas de buena fe que apoyan o ven con simpatía la oposición musulmana o palestina a USA y Europa olvidan: son regímenes, o estructuras para estatales, estén o no estén gobernando una nación como Hamas de Gaza o Hezbolá de El Líbano, no son formas laicas de auto organización política, sino formas político-religiosas de organización militante. Lo que los diferencia sustantantivamente de la insurgencia política clasista.
6. El mundo musulmán está prisionero de contradicciones temibles:
Por un lado, las heredadas de las divisiones iniciales entre sunitas y chiítas que aunque son formas súper estructurales ideo-religiosas, los dividen y condicionan con tremendo poder. Es decir, un pasado lejano de formas atrasadas de entender la historia y lograr armarla socialmente de cierta manera, todavía impone su imperio a toda una inmensa masa de población humana.
Por otro lado, en sus primeros tiempos, la cultura musulmana abierta a otros credos y confesiones que le dio al mundo aportes formidables que todos reconocen, no existe hoy en día. Desde mediados del siglo XIII, por razones largas de explicar, el mundo musulmán sufrió internamente una serie de mutaciones político-ideológicas (ligadas no solo a divisiones confesionales) que lo cambiaron radicalmente. Sus regímenes políticos y culturales mutaron hacia la intolerancia y el fanatismo que los caracteriza. Cierta interpretación de la historia pretende, equivocadamente por cierto, que la actual intolerancia musulmana se origina en los efectos perniciosos de las cruzadas europeas de su tiempo.
La gran intolerancia no solo frente al culpable occidente gran capitalista, (cuyos regímenes dominantes si tienen prejuicios vulgares y no solo racistas frente a los árabes) sino que también su intolerancia cubre las culturas orientales. Si no, hay que ver el doloroso enfrentamiento con los regímenes Indios. Por supuesto, la derecha India también es culpable de tan dolorosas contradicciones actualmente.
El presente gobierno chino, por otro lado, con el tino que lo caracteriza en ciertos temas, maneja el asunto de sus minorías musulmanas, con gran inteligencia que impide, hasta ahora, un desborde riesgoso de esas contradicciones internas. Pero que allí estarán latentes, mientras la cultura musulmana político dirigente actual, siga al mando.
7. ¿Existe la posibilidad de un gran cisma interno en la confesión musulmana?
Solo el futuro puede decirlo.
Y dejemos allí este corto análisis. En el número mágico siete, según los que creen en la cábala