En los últimos años, la política exterior de Estados Unidos, especialmente bajo el liderazgo de Donald Trump, ha tomado un rumbo que muchos consideran inédito, arriesgado y, en ocasiones, peligroso. Este artículo propone una lectura crítica de los movimientos recientes del presidente, sus implicaciones para América Latina y el sistema capitalista global, y cómo su accionar podría estar empujando al mundo hacia una crisis sin precedentes.
En Estados Unidos, el grupo que dirige la política exterior de América Latina es una élite fascista criolla. Por lo tanto, existe un interés real en destruir a Venezuela y a Cuba, por razones bastante simples.
Primero, Venezuela tiene una política nacionalista seria y un modelo de capitalismo de Estado muy fuerte. Esto ha generado una nueva pequeña burguesía, también nacionalista, que respalda al régimen.
Sin embargo, la fortuna —e infortunio— de Venezuela radica en que posee tres tipos de riquezas poco comunes en América Latina: en primer lugar, petróleo y gas; en segundo lugar, grandes reservas de aluminio con minas activas; y en tercer lugar, hierro y otros recursos estratégicos como el coltán y el oro.
Teniendo en cuenta que Colombia podría servir como puerta de entrada para atacar a Venezuela, es poco probable que Estados Unidos opte por una invasión militar directa. La historia ha demostrado que sus intervenciones militares han fracasado rotundamente, y ellos lo saben. De hecho, un reciente Nobel de Economía les recordó: “Todas las guerras las ha perdido Estados Unidos, y las seguirá perdiendo”.
Por eso, lo que sí intentarán es utilizar a Colombia como peón para desestabilizar y fragmentar la frontera. Esa es la presión que se vendría sobre el gobierno de Gustavo Petro. En este sentido, figuras como Marco Rubio —al igual que Trump— continúan calificando a Petro como criminal y guerrillero, tal como lo han expresado públicamente.
En segundo lugar, buscan acabar con Cuba. Existen documentos y memorandos de la Federación de Casinos de Nevada que evidencian el interés en recuperar Cuba como centro de producción en el trópico, dado que representa un gran negocio para ellos. Por ello, podrían intentar tomarla nuevamente.
El problema es que Trump está desafiando la historia, creyendo que puede imponer su voluntad con la idea de que “el príncipe define”..
¿Ha sucedido que el príncipe define?
Sí. Por ejemplo, cuando Constantino I decidió, en el año 330, trasladar la capital del Imperio Romano a Constantinopla. Esa decisión sacudió al mundo. Las familias lloraban, algunos se suicidaban. Los grandes hacendados y senadores protestaron, pero el negocio estaba allá. Es decir, eso ha pasado.
¿Existe la posibilidad de que Trump imponga un nuevo curso de la historia?
En nuestra opinión, no. Porque enfrenta la tenebrosa alianza entre China y Rusia. La calificamos de “tenebrosa” no tanto por su poder económico, sino por su capacidad militar, que es lo que realmente define el asunto.
Tercero, Trump está cometiendo errores graves al romper el frente mundial del capitalismo. Rompió la alianza con Europa y ha hostigado a sus gobiernos.
Además, acaba de exigirle a Ucrania que devuelva los 350 mil millones de dólares invertidos en la guerra, y planea hacer lo mismo con la OTAN. Esto implica dinamitar la estructura global del capitalismo, porque Trump cree que puede restaurar el imperio. Y esos intentos, históricamente, ya han ocurrido.
En el Imperio Romano, se intentó mediante una reforma administrativa brutal. El imperio se recuperó por un año, pero se desmoronó al poco tiempo.
También lo hizo Carlomagno, creador del Sacro Imperio Romano Germánico, quien tuvo que colgar a los dirigentes de los países periféricos junto a sus familias para pacificar el territorio por la fuerza. Fue entonces cuando apareció la Orden de Cluny, que consistía en llevar monjes de la unidad católica: en una mano la cruz, y en la otra la espada. Así operaban estos tiranos.
¿Tiene Trump la posibilidad de hacer algo similar?
Pensamos que eso es lo que desea, pero otra cosa es que lo logre. Es necesario medir la dimensión de sus actos, porque incluso ha fracturado al propio Pentágono, tras la denuncia de Elon Musk, quien afirmó que se están robando 200 mil millones de dólares del presupuesto militar, que asciende a 800 mil millones.
Por eso afirmamos que Trump es el personaje más osado que ha dado la historia del mundo en los últimos años. ¿Por qué? Porque está operando la historia en negativo, al revés.
Una prueba es lo que ocurrió en Riad (no reportado por los medios internacionales), donde estaban reunidos la familia real saudita, el rey y el príncipe heredero, junto con los sultanes de Baréin, Omán, Emiratos Árabes Unidos y los presidentes musulmanes de la región. En apenas 30 minutos, Trump les dijo —palabras más, palabras menos— que eran cómplices y patrocinadores del terrorismo, lo que los convierte en terroristas. Reiteró que mientras no se acabe con el terrorismo en el mundo, no se podrá avanzar. Y según él, el terrorismo proviene de esos países.
La cara del rey estaba desencajada, igual que la de todos los presentes. Para ellos, “Satanás” había hablado.
¿Por qué? Porque Trump está haciendo algo pocas veces visto: operar la historia al revés. Esto lo explicó Hegel en *La Fenomenología del Espíritu*. Marx lo retomó, pero no lo desarrolló por la agresividad de la tesis.
Cuando Hegel dice que «la historia opera al contrario», se refiere a que los aparentes retrocesos o contradicciones en el desarrollo histórico son, en realidad, momentos esenciales para el avance del Espíritu hacia una mayor autoconciencia y libertad.
Hegel – Fenomenología del Espíritu
Este enfoque refleja su visión dialéctica de la historia: lo negativo y contradictorio son necesarios para alcanzar una síntesis superior.
¿Cuál es el fondo de todo esto…?
La defensa a ultranza de Israel. Trump les dijo que todo el terrorismo contra Israel es financiado por ellos, a través de Hamás y Hezbolá. Además, existe una división entre los países musulmanes, donde aún persiste la unidad entre religión y Estado, algo que la humanidad ya superó hace siglos. Francia, por ejemplo, fue el primer país en separar religión y Estado.
Trump arriesga una fractura del Estado, como ocurrió con los antiguos emperadores, quienes terminaron colapsando desde dentro.
¿Para qué lo hace? Porque tiene razón en una cosa: el capitalismo norteamericano dejó de ser eficiente. Pero eso no significa que la gente haya dejado de serlo. El problema es que se cayó la tasa real de ganancia, y eso los tiene desesperados.
Este fenómeno se relaciona directamente con el proceso de desindustrialización, difícil de revertir porque ya es parte del pasado.
Con las actitudes de Trump, no podemos afirmar que vaya a trastocar las leyes fundamentales del funcionamiento del capitalismo. Por eso, ubicamos la discusión con Trump en el terreno de la circulación del capital, no en el de la producción. Esto, considerando el temor actual en Estados Unidos ante una posible recesión económica, causada por la guerra arancelaria impuesta por su gobierno.
Lo más preocupante no son solo los aranceles, sino las señales que se manifiestan en la economía: las caídas de las bolsas, que si bien pueden parecer normales, si se repiten en el tiempo, representan una amenaza para el sistema financiero global, —no aparece en los grandes medios— especialmente con los Bonos del Tesoro.
A nuestro juicio, este es el punto más frágil del capitalismo mundial. Estos bonos son títulos de deuda equivalentes a acciones o pagarés, emitidos por los gobiernos para financiarse. Estados Unidos es el más endeudado del mundo en este sentido.
¿Cuál es el peligro de esto?
Si la caída de las bolsas continúa, el valor de los bonos se verá afectado. El interés de los bonos es inversamente proporcional a su precio: a menor precio, mayor rendimiento. Por ejemplo, si el valor de un bono cae un 50 %, el interés —que es fijo— se duplica en términos relativos. Eso implica que el gobierno deberá pagar el doble por ese bono, lo que equivale a perder la mitad del patrimonio vinculado a él.
Si este fenómeno se extiende a escala global, los estados se verán obligados a hacer ajustes contables, reconociendo pérdidas de hasta el 50 %. Eso sería, en la práctica, una estafa global. El mundo se estaría autoestafando, lo que significaría insolvencia. Sin recursos para pagar. Una reacción para “solucionar” sería recurrir a la impresión de dinero, lo que desembocaría en una inflación descontrolada.
Esa es la trampa en la que podría caer el mundo por culpa de Trump. Si el fenómeno se prolonga, podría generar inflación o el colapso del mercado de bonos del tesoro, dejando a Estados Unidos al borde de la quiebra.
A Colombia le llegará el turno el primero de abril con el aumento del 20 % en aranceles anunciado por Trump. Las economías del café, el banano y las flores sufrirán un impacto devastador. Solo en el sector bananero, 100 mil trabajadores podrían verse afectados, generando violencia. Y en el sector floricultor, donde trabajan 280 mil mujeres, la mayoría cabeza de familia, el golpe sería letal. Esto afectaría directamente a unas 700 mil personas, e indirectamente a cerca de 2 millones. A esto se suma el aumento en los costos de servicios básicos como luz, gas y agua, afectando gravemente a los municipios.
El problema es que nadie sabe qué va a pasar con las decisiones de estos nuevos «emperadores«, porque una guerra arancelaria de esta magnitud nunca se había visto en la historia de la humanidad.
§ § §