“La vida intelectual y literaria de las Españas está dominada por las artes de la simulación»
Rafael Gutiérrez Girardot, refiriéndose a la incoherencia intelectual y política que se vive en el mundillo universitario latinoamericano, tan sometido a los dogmas, al autoritarismo y a la farsa, afirmó que: “la vida intelectual y literaria de las Españas está dominada por las artes de la simulación, esto es, por la carencia de crítica y por una consecuente degradación de la figura del intelectual, que lo convierte en una prolongación del cacique político. Y lo que importa es realmente tratar de encontrar el lugar en don- de se transmite y reproduce el rastacuerismo, la simulación. Y no puede caber duda alguna: este lugar es la Universidad.
La universidad se ha convertido en el territorio libre de la simulación, del fraude y de la farsa. No sólo se simula allí la investigación, la ciencia y los conocimientos, sino que se parodia la cultura y se falsifican los valores de la “democracia”. Nada más ver esta opereta de la “elección de rectores” en que se encuentran comprometidas las universidades colombianas, en donde de antemano se sabe que el “elegido” será aquel que logre (tras las bambalinas, en las tramoyas del poder politiquero) seducir o tramar a los conspicuos representantes de los grupos hegemónicos, que toman asiento y deciden sobre la vida académica y administrativa, desde los Consejos Superiores, convertidos en una simple extensión de los gobiernos de turno, mientras, de manera consciente, se teje la sofisticada urdimbre de las “negociaciones democráticas”, bajo el velo de una supuesta autonomía y con la careta de una falsa “transparencia intelectual”.
Pero eso no es todo, la “voluntad de conocimiento” que antaño caracterizara una visión fáustica de los quehaceres pedagógicos y educativos, por arte de birlibirloque, se ha sustituido por la “voluntad de aparentar”, de simular. La acumulación de títulos, grados y diplomas, se convirtió en algo imprescindible, porque esa es la manera de alcanzar un reconocimiento o una “certificación”, personal o institucional.
Como lo señala la sabiduría popular, si ayer se decía que había “burros cargados de plata”, para significar la ostentosa diferenciación social basada en las propiedades y el dinero; hoy se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que existen “burros cargados de diplomas”. Esa “voluntad de conocimiento” ha terminado fatalmente subordinada a la “voluntad del poder”, lo que lleva implícito la conversión de las universidades en simples “tituladeros”, como se lo reclama el interés tecnocrático, tecnofascista, que hoy gobierna al mundo.
El cinismo pragmático que se evidencia en un gran número de ofertas, programas y currículos universitarios, funciona en consonancia con las actuales exigencias de la reorganización capitalista que reclama trabajadores “flexibles” y “polivalentes”, es decir, integrados a las competencias y estándares fijados por las diversas empresas y por las transnacionales, a quienes nada les importa la formación de seres humanos integrales, el humanismo, la solidaridad o la utopía, sino únicamente el interés de lucro y las ventajas competitivas que les dé el mercado.
Así las cosas, lo que importa no es la promoción de los intereses emancipatorios, o siquiera de una cultura positivista o “progresista”, que afirme una auténtica democracia, sino, la apariencia de la cultura y, por supuesto, la simulación de la democracia. De esta manera se realiza cabalmente en las universidades, el consejo que diera Mefistófeles a Fausto en la escena IV de la primera parte: “Desprecia solamente razón y ciencia, la suprema fuerza del hombre; deja tan sólo que con artilugios de relumbrón y magia te corrobore el espíritu del engaño, y así serás mío sin condiciones…”
“Artilugios de relumbrón y magia” son todos esos esfuerzos del profesorado universitario por alcanzar las acreditaciones y las indexaciones exigidas, en esa especie de pacto demoniaco en que se les convirtió la búsqueda de un mejor nivel en el escalafón salarial. Estratagemas y engañifas que se disfrazan tras la prepotencia “doctoral”, el falso orgullo intelectual, y un cúmulo de conocimientos científicos alejado de la ética.
Es entre estos fanáticos del ascenso social, aferrados a las pautas democrateras de la “competitividad”, donde se reclutan los valedores del statu quo. Todos estos bienintencionados, están dispuestos a defender la «democracia» en sus diversas formas y expresiones: ya sea el publicitado -y jamás realizado- Estado Social de Derecho, la “democracia vigilada” que impusiera Pinochet, o la “seguridad democrática” que convalida este gobierno. En todo caso -dicen kantianamente- se someten y acatan las normas y las leyes, de esta manera no se exponen a caminar el terrible desierto de la oposición.
Como lo expresara ese gran escritor, supérstite del infierno de Auschwitz, Imre Kertész: “La necesidad de sobrevivir nos acostumbra a falsificar todo el tiempo posible la realidad asesina en que tenemos que movernos”.