Luego de haber terminado sus estudios en tecnología superior de mecánica automotriz en el Estado La Guaira de Venezuela, con un futuro incierto debido a la situación del país hermano, Ángel Daniel Salazar joven y soñador como todos los jóvenes de su edad, decide emprender la aventura de su vida, dejando su tierra natal. su familia y sus amigos que significaban todo su mundo hasta entonces, buscando una mejor situación económica para él y su para familia.
En realidad, no era el primero de su familia que emprendía este viaje aventurero, pues ya algunos familiares lo habían hecho antes que él, y de alguna forma ellos lo empujaban a tomar una decisión que marcará para siempre el transcurso de su existencia por que la situación económica no daba espera.
Con este pensamiento, a mediados del 2018, hace ya más de tres años, Ángel Daniel a sus 20 años de edad, parte de su país hacia la frontera colombiana sabiendo los peligros que esto incurría, pues en ese momento había un intermitente cierre y apertura por parte de los gobiernos respectivos. “Siempre habrá una forma para pasarla” -afirma Ángel Daniel en su inquietante silencio-
Inicialmente su viajo lo llevó a Cúcuta, primera ciudad después de cruzar la frontera, allí permaneció menos de un mes, porque decidió continuar su viaje hacia el interior de Colombia, pues en Cúcuta la situación, igual, no era fácil para encontrar trabajo que era lo más apremiante.
Con el único documento de identificación que poseía, la cedula venezolana, continuó su viaje a pesar de que su estadía en Colombia era ilegal, hasta que por un programa del gobierno de ayuda a los migrantes venezolanos, un año después, pudo acceder a un permiso de permanencia temporal lo cual le permitía poder movilizarse con mayor tranquilidad sin ser molestado por las autoridades que constantemente solicitaban documentos de identidad.
Una vez llegado a Bogotá, las necesidades básicas no daban espera y se dedicó, como él decía, “a hacer lo que saliera”. Tratando de sobrevivir, trabajó en restaurantes, bares pintando apartamentos y por último en domicilios Rappi donde logró mejores ingresos, inclusive para ayudar a su abuela que aún permanece en Venezuela.
Los riesgos siempre estuvieron presentes tanto de los jefes o patrones que abusaban laboralmente, como de los robos cuando trabajaba como domiciliario pues cuando no era la bicicleta, era el celular o ambos, por eso había que estar alertas.
El trabajo como domiciliario terminó cuando por alguna razón desconocida su cuenta Rappi fue bloqueada.
“Fueron momentos difíciles en un país que aun no aprendía a conocer, pero que me llevaba a donde se viera la menor oportunidad para conseguir el sustento diario”.
Entonces un amigo venezolano que trabajaba como mecánico de bicicletas en la calle, apareció como un ángel y me dijo que trabajara con él y que partían lo que hicieran, así empezó a finales del año 2019 y que a la fecha aún sigue desempeñando con mucha disciplina y amor por lo que hace.
El amigo desempacaba todos los días su taller en la carrera 19 entre las calles 116 y 124 tratando de evadir el acoso de la policía que permanentemente los hacía mover de un lado p ara otro. El trabajo era poco y por supuesto las ganancias igual.
Luego llegó la pandemia como para completar, y todo lo que ello implicó. Confinamiento, restricción de movilidad, aumento de la crisis económica y social que ha tocado a todo el mundo, y sus consecuencias; de muy poco trabajo paso a ser casi nulo.
Esto nos obligaba a cambiar de sitios tratando de encontrar uno donde la afluencia de bicicleta; que se había incrementado por las restricciones de transporte como consecuencia de la pandemia, fuera grande y constante.
Este movimiento nos llevó hasta la carrera 7 con calle 84, justo donde inicia la subida para Patios vía a la Calera, que permanentemente pasan ciclistas haciendo deporte desde muy temprano del día, incluso hasta en horas de la noche todos los días, incrementándose sábados y días festivos.
Debido a esto, iniciamos a trabajar a las 5:00 am hasta las 4 o 5 de la tarde, descansando un día a la semana. En esto ya llevamos cerca de un año y afortunadamente la vida nos ha cambiado enormemente para fortuna mía y la de mi familia, afirma Ángel Daniel.
Todo el aprendizaje ha sido empírico y de mecánico de carros, pase a ser mecánico de bicicletas. Ahora además del taller, tenemos un mini almacén, vendemos repuestos y tenemos nuestra clientela que la hemos ido ganando con la buena atención y el trato amables que damos.
Han sido muy pocas las personas que les han insultado y maltratado por el hecho de ser venezolanos, pues algunos los relacionan con ladrones y asesinos como muestran los grandes medios masivos, aunque no negamos que algunos sí vinieron a hacer lo que hacían en Venezuela, delinquir, pero son unos pocos, pero como los muestran por la televisión, la gente pieza que son todos los venezolanos. Hoy Ángel Daniel, quien el próximo 7 de julio cumple sus 23 años, vive con su mamá, una hermana con su esposo y su hija de tres años, tiene mejores condiciones de vida a pesar de las carentes necesidades en salud y bienestar social, han logrado salir adelante gracias al empeño y esfuerzo personal y de su familia, que aún añoran regresar a sus raíces.
§ § §