Laboratorio de Barrios Vivos de la secretaria de Cultura, en el programa Estar bien Bogotá, como iniciativa distrital que busca promover la salud mental y el bienestar de la ciudadanía mediante la combinación del arte, la cultura, el movimiento corporal y prácticas alternativas.
Este programa se alinea con el Plan Distrital de Desarrollo 2024-2027 “Bogotá Camina Segura” y con el programa “Bogotá deportiva, recreativa, artística, patrimonial e intercultural” para promover salud y bienestar como estrategia de promoción, prevención y atención.
Tomamos la Institución Educativa Agustín Fernández de la localidad de Usaquén para documentar este importante proceso en la problemática emocional y la carga de Estrés que manejan muchos jóvenes adolescentes estudiantes, problema que se ha perpetuado sin mayor atención responsable y crítica en los aspectos de convivencia de esta población.
Eduardo Ramírez Rector de la Institución Educativa Agustín Fernández explica el programa “Estar bien Bogotá” como un programa de la Secretaría de Cultura a varios colegios de Bogotá que busca hacer un trabajo integral con los estudiantes, especialmente aquellos que tienen ciertas dificultades emocionales y convivenciales
Una respuesta urgente a un problema real
“Este proyecto nos permite ayudar a los jóvenes a explorar sus emociones, reconocer sus vacíos y reencontrarse con ellos mismos”, señala el rector. “Durante 20 sesiones por semestre, los estudiantes participan en experiencias artísticas que los ayudan a expresarse, liberar tensiones y fortalecer su bienestar emocional.”
El rector Eduardo Ramírez reconoce que, tras la pandemia, los colegios han enfrentado una ola creciente de depresión, ansiedad y casos de acoso escolar.
“Tuvimos momentos muy duros, incluso estudiantes que tomaron decisiones extremas. Este programa llegó en un momento crucial, ofreciendo un canal de expresión y contención emocional”, afirma con sinceridad.
Los talleres, que se desarrollan en contrajornada, buscan evitar interferencias académicas y ofrecer atención personalizada. A pesar de ser grupos pequeños, el impacto ha sido profundo: los jóvenes logran desahogarse, hablar y reconocerse.
“Muchos de nuestros problemas surgen porque no aprendemos a hablar de lo que sentimos. En nuestra sociedad todavía hay tabú frente a la salud mental. A veces se piensa que ir al psicólogo es para locos, y es equivocado. Este programa nos enseña lo contrario: pedir ayuda también es una forma de valentía.”
El rector insiste en que el bienestar emocional de los jóvenes no puede abordarse de manera aislada. Padres, docentes y comunidad deben ser parte activa de la transformación. “Ojalá el programa en el futuro incluya también a las familias y profesores, porque todos necesitamos aprender a escucharnos.”
Los resultados del primer semestre han sido alentadores. Varios participantes han mostrado mejoras en su comportamiento, relaciones y disposición académica. Algunos descubrieron habilidades creativas que no sabían que tenían; otros simplemente encontraron un espacio donde ser escuchados.
Un llamado a la continuidad
La permanencia de Estar Bien Bogotá depende de la Secretaría de Cultura, aunque también del compromiso de los colegios para abrir sus puertas.
“Hay rectores que no dan prioridad a estos proyectos, y es una lástima. Ojalá esta experiencia se multiplique, porque su impacto es invaluable”, reflexiona el rector.
Profesionales y su experiencia
Roiber Girley Jiménez Fuentes, bailó junto a la maestra Delia Zapata por más de 20 años, representando la danza tradicional colombiana. Llegó a formarse en danza contemporánea, licenciado en Artes y magíster en Danza Movimiento Terapia por una universidad de Barcelona, ha explorado la danza no solo como expresión estética, sino también como un lenguaje de sanación y encuentro humano.
Durante dos décadas trabajó en el SENA y Compensar, enseñando el arte del baile social. Su enseñanza trasciende el simple acto de bailar: es una invitación a entender la danza como un espacio de respeto, identidad y conexión.
Profesor Roiber: un hombre que ha hecho de la danza un puente entre el cuerpo, el alma y la cultura, nos regaló una entrevista como profesor del programa estar bien Bogotá de la IED Agustín Fernández.
VACD: ¿en qué consiste exactamente este proyecto?
Profesor: Este proyecto busca atender las necesidades emocionales y de salud mental de estudiantes entre 13 y 17 años, especialmente aquellos con ideaciones o intentos de suicidio. Los acompañamos desde la Arteterapia y la Danza Movimiento Terapia (DMT), ofreciéndoles un espacio donde puedan expresar, nombrar y transformar sus emociones a través del cuerpo y el arte.
VACD: ¿Qué tanta necesidad percibe de este tipo de actividades en el colegio?
Profesor: Muchísima. Este proyecto nace de una alianza interinstitucional entre la Secretaría de Salud, la Secretaría de Integración Social, la Secretaría de Educación y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.
Estas entidades se unieron para atender colegios con altos reportes de casos emocionales y de riesgo.
VACD: ¿Y cómo evalúan los resultados de ese primer ciclo?
Profesor: Ha sido un éxito en varios niveles. Primero, porque llevar este tipo de espacios a los colegios públicos ya es un logro: son servicios que, en otros contextos, son costosos y poco accesibles. Además, los estudiantes han entendido que es un espacio distinto, donde pueden ser ellos mismos, liberar emociones y conectar con su aprendizaje y su desarrollo vital.
VACD: La metodología incluye danza y arteterapia. ¿En qué consiste cada una de estas actividades?
Profesor: No buscamos formar bailarines ni pintores. Ofrecemos el arte como herramienta expresiva y sanadora. En arteterapia, los estudiantes trabajan con colores, pigmentos, pinceles y lápices; no para crear obras “bonitas”, sino para expresar lo que sienten. La hoja en blanco se convierte en un espacio donde pueden entrar en su mundo interior y liberar emociones. Desde la Danza Movimiento Terapia, usamos el movimiento como medio para pasar las emociones por el cuerpo, para transformar la palabra en movimiento y el movimiento en palabra.
VACD: ¿Cómo evalúan el trabajo de los jóvenes en estos procesos?
Profesor: Les pedimos que observen su respiración, sus tensiones, sus ritmos y la manera en que se acercan al material artístico. No buscamos resultados estéticos, sino procesos auténticos. A través del color, la escritura, la mirada o incluso el silencio, los jóvenes expresan emociones profundas: agresividad, miedo, tristeza, amor o necesidad de ayuda. Nosotros, como primeros observadores, detectamos señales de alerta y activamos las rutas de atención junto con los orientadores. A veces los gestos, las palabras o la forma de encogerse comunican más que mil frases. Por eso decimos que el cuerpo es la primera red de apoyo y de información emocional.
VACD: Cuando detectan estas situaciones, ¿tienen contacto con los padres para brindar apoyo familiar?
Profesor: Lo primero que hacemos es activar las rutas institucionales junto con los orientadores y coordinadores. Ellos contactan a las familias y articulan las redes de apoyo. Hemos tenido casos conmovedores. Niños que nos han dicho: “Gracias, ustedes me salvaron la vida”.
Recuerdo uno en especial: un estudiante fue hospitalizado tres meses tras un intento de suicidio. Cuando regresó, repitió el ciclo con nosotros porque sentía que aquí había encontrado un espacio seguro. Hoy, ese mismo joven habla con mayor claridad, habita su cuerpo con dignidad y dice que su soledad ya no lo aísla, sino que lo está ayudando a reconstruirse.
VACD: ¿Han notado diferencias entre hombres y mujeres en este proceso?
Profesor: Sí. Las mujeres suelen mostrarse más abiertas y expresivas; los hombres, en cambio, llegan más contenidos, pero cuando logran hablar, sus relatos son profundamente desgarradores. Nos cuentan sobre violencia familiar, estrés, ansiedad o conflictos con la idea del “macho” que les impone la sociedad. Muchos no saben cómo amar, cómo ser vulnerables. Este trabajo les permite romper estereotipos y habitar su masculinidad desde otro lugar.
VACD: ¿En qué colegios se está implementando el programa?
Profesor: Actualmente trabajamos en instituciones de las localidades de Suba, Bosa y Usaquén, tres contextos culturales muy distintos. Además del trabajo con los estudiantes, estamos desarrollando una investigación paralela. Un equipo interdisciplinario recoge información fotográfica, textos y observaciones consignadas en nuestras bitácoras terapéuticas, donde registramos los procesos, avances y transformaciones de los jóvenes.
VACD: Profesor, ¿cómo se involucra a las familias en este proceso?
Profesor: La familia participa inicialmente a través de un consentimiento informado, en el que autoriza la participación del estudiante y comprende la naturaleza del proyecto.
Pero más allá del papel, el mayor impacto se da cuando el niño regresa a casa con otra mirada, con otro cuerpo, con una nueva forma de relacionarse.
Al final de cada ciclo realizamos encuentros comunitarios y eventos masivos, donde las familias son invitadas a ver los procesos creativos de sus hijos.
VACD: Profesor Roiber, muchas gracias por su tiempo y por compartir esta valiosa experiencia con los medios comunitarios y el programa Barrios Vivos de la Secretaría de Cultura.
Profesor: Gracias a ustedes, pero termino con esto. Nuestro método se llama “Hacia el centro de mí”, y cada sesión es un viaje. Viajamos simbólicamente por la tierra, el mar, las emociones… Hoy, por ejemplo, trabajamos “El animal que soy”, una sesión basada en la teoría polivagal: el animal que ataca, huye, se congela y se regula. Justo hoy llegó un niño que había sido atracado, estaba desregulado, y la sesión le ayudó a regularse, contenerse y sentirse nuevamente en equilibrio.
Para terminar, dejamos la red de Instagram Movimiento Latente del profesor Roiber Jiménez para algún contacto.
