Maduro bloqueó entrada de la supuesta ayuda humanitaria y resistió intento golpista de EEUU.
El 23 de febrero pasado, señalado por sus promotores en los medios como el día D del golpe de estado en Venezuela fue de incertidumbre y zozobra, tanto para el pueblo venezolano, como para colombianos, latinoamericanos y la comunidad de las naciones. Pero, el anunciado golpe en desarrollo, como atinadamente lo calificó el gobierno de Venezuela, dirigido desde Washington por la pandilla de halcones (veteranos criminales de guerra) de Trump, que ante la manifiesta incapacidad de la derrotada oposición de la derecha y la extrema derecha de ese país, decidió intervenir directamente a través del autoproclamado restaurador de la democracia venezolana, fracasó.
El payaso y sus mentores, no lograron el respaldo de todos los partidos de la oposición que integran mayoritariamente la Asamblea Nacional (declarada en desacato por el TSJ, no hay que olvidarlo). Enrique Capriles, jefe del partido Primero Justicia, declaró que el “elegido” no tenía capacidad para gobernar el país. El encargado por mandato extranjero, actuando estrictamente ceñido a la partitura que le diseñaron en la casa blanca, solicitó lo previsto en el libreto, la espantosa “ayuda humanitaria” gringa, para el pueblo que supuestamente moría de hambre.
M Pompeo, con asombroso cinismo, anunció como gran favor la “generosa” suma de 20 millones de dólares en insumos, alimentos y medicinas, que tan solo servirían para alimentar y atender la salud 20.000 habitantes durante 20 días; es decir, al 0,066% de los 30 o más millones de habitantes aparentemente sometidos al sufrimiento. Pero, tan magnánimo socorro solo tenía el propósito de atizar la guerra mediática contra el “Dictador” que “somete al pueblo a padecer hambre y miseria” y así, justificar la “intervención militar humanitaria” a pedido del presidente impostado.
Tal como lo esperaban los promotores de la invasión, la decisión del gobierno de impedir el ingreso de la tan promocionada asistencia a territorio venezolano, por considerarla una humillación al pueblo y un pretexto para agredir a Venezuela, luego de frustrados intentos, fue utilizada por el auto juramentado para fijar como fecha de ingreso “si o si” el sábado 23 de febrero y convocó a sus seguidores a las fronteras con Cúcuta (Colombia) y de San Antonio (Brasil) para ingresar las toneladas de comida que “aliviarían” el hambre del pueblo Venezolano, al mismo tiempo sentenció que si Nicolás Maduro no permitía el ingreso autorizaría una “intervención humanitaria de tropas norteamericanas” para que la ayuda llegara al pueblo de Venezuela. Hubiera sido el reino de lo absurdo, sembrar la muerte entre los pobladores para salvarlos del hambre. Vaya paradoja.
Lo que siguió fue el sainete con toda su parafernalia mediática, Un magnate inglés financió un concierto musical para “recaudar 100 millones de dólares para la ayuda humanitaria”, en el cual participaron cantantes venezolanos, colombianos, españoles, como Carlos Vives, Juanes, Miguel Bosé, El Puma, entre otros. Guaidó, que tenía prohibición judicial para salir del país, dio gracias al “apoyo recibido de un sector de la FANB” para burlar la restricción; pero, videos y fotos que circularon en redes dan testimonio de que fue trasladado hasta Cúcuta en helicóptero oficial de la presidencia de la República de Colombia y, más grave aún, atravesando un corredor protegido por paramilitares colombianos.
La asistencia al show fue mínima, cerca de 20.000 personas, (el aforo era para 300.000) y el recaudo exiguo (pagaron solo los de la zona VIP). Al escenario se subió Juan Guaidó, acompañado de los jubilosos mandatarios, el títere Duque, Sebastián Piñera de Chile, Mario Abdo de Paraguay y el secretario de Trump, Luis Almagro. El Aid Live Venezuela, fue un monumental fiasco, la mínima asistencia no les permitió convertir, como estaba previsto, el concierto en un incidente diplomático que sirviera de cabeza de playa para la intervención militar norteamericana en territorio venezolano. Ni el gobierno, ni el pueblo cayeron en la provocación, pero si respondieron con concierto por la paz y contra la intervención yanqui, bajo el slogan “Hands – off – Venezuela”, con asistencia multitudinaria que durante el espectáculo de dos días agitaba consignas antimperialistas y de respaldo al gobierno chavista, como la acuñada por el General Vladimir Padrino López, comandante de la FANB y ministro de Defensa, en su discurso de repudio a las órdenes de Trump desde Miami, “Leales siempre, traidores nunca”. El ilegítimo había declarado “abierta la frontera” para que entrara la ayuda. Pero la vicepresidenta legítima, declaró que el gobierno decretó cerradas las fronteras y efectivamente permanecieron cerradas.
El día D, así señalado por los promotores de la provocación y el golpe de estado, esperaban una masiva movilización de las famélicas masas convocadas, de proporciones tales, (hablaron de 600.000) que desbordara el control policial de las fronteras y facilitara el ingreso de la ayuda a territorio venezolano; ayuda que había traslado EEUU en gigantescos aviones hércules, los que usan las FFAA gringas para transportar tropas y armas, al aeropuerto de Cúcuta, lo propio hicieron en la frontera con Brasil; pero las masas no salieron, la asistencia fue mínima en ambas fronteras.
El aparatoso show mediático y la gran provocación, terminaron en incidentes menores, dos tanquetas robadas a la Guardia Nacional con cuatro policías que arremetieron, desde el lado venezolano, contra las vallas de protección, atropellaron e hirieron dos mujeres, una de la policía Bolivariana y otra periodista de Chile, fueron recibidos y protegidos por la policía colombiana. Mas de mil guarimberos venezolanos, trasladados a territorio colombiano, quienes, desde el lado Colombiano del puente internacional de Las Tienditas, resguardados en carpas facilitadas por la DIAN y protegidos por la policía Nacional, (circulan en redes videos testimoniales) prepararon bombas incendiarias (molotov) que luego arrojaron contra las gandolas, parqueadas a mas de 100 metros del lado Venezolano, e incendiaron los víveres que supuestamente serían entregados a la gente en el territorio del hermano país.
Sin duda, se trató de una descarada intervención del gobierno Uribe – Duque, de clara injerencia en los asuntos internos del hermano país, porque facilitó el territorio nacional para que los grupos violentos (guarimberos) agredieran a Venezuela, acción tipificada por expertos en derecho internacional como delito contra la soberanía de otro país, tal como quedó contemplado en el Estatuto de Roma firmado por Colombia.
Hubo muchos heridos por la acción violenta de las guarimbas y la respuesta proporcionada por la FANB y las milicias bolivarianas; se habla de siete muertos; resultado lamentable pero mínimo, que no les alcanzó para armar el escándalo mediático, de grandes proporciones y de alcance internacional, que habían preparado de antemano los medios al servicio del gobierno norteamericano, la oposición venezolana y sus pajes presidenciales del grupo de Lima.
Sin embargo, como por arte de magia, los noticieros, oficiosos de los intereses golpistas, hicieron un carnaval de noticias falsas – Fake News- acusando a Maduro de cuantiosos crímenes y decenas de muertos, tanto en Cúcuta, como en la frontera con Brasil. Según estos medios, las bombas molotov que prepararon los guarimberos de Guaidó, a la sombra de policías colombianos, no fueron lanzadas por ellos para quemar los carros con la “ayuda” sino por los miembros de la policía venezolana. Las redes sociales anticipadas a los noticieros y diarios colombianos, hicieron que tanta basura noticiosa perdiera credibilidad. El show noticioso también naufragó. El mundo sabe que estamos frente a un gran montaje para justificar el golpe de estado o la guerra humanitaria.
La operación cuidadosamente planeada por el halcón Elliott Abrams, el mismo que organizó las ayudas humanitarias a los contras de Nicaragua, los “rebeldes” libios y sirios, resultó un aparatoso fiasco. Se trataba de una gran provocación y un pretexto para recurrir a la fuerza de las armas contra el pueblo venezolano. Así lo demostró el rechazo de la ONU, la Cruz Roja Internacional, Cáritas y otros organismos encargados de este tipo de misiones, a la “ayuda” que pretendió introducir EEUU al país hermano, por considerarla politizada y, en consecuencia, no respetaba los principios de universalidad, imparcialidad, neutralidad y humanidad que deben caracterizar dichas asistencias.
Lo que fracasó el 23F fue la diplomacia de la guerra y el recurso de la fuerza para destruir la institucionalidad de un país, violentar su Constitución Nacional y el derecho de los pueblos a su autodeterminación. De haberse impuesto el método de los halcones yanquis, de recurrir a un impostor y usarlo como títere para “legitimar” la agresión militar, hubiese sido el comienzo del fin de la diplomacia basada en el respeto al multilateralismo y al principio de la solución política y pacífica de los conflictos internos de las naciones. No obstante, hay que mantener la alerta porque el riesgo de que la doctrina Monroe, hoy en cabeza del truhan que gobierna a EEUU y sus satélites fascistas, Piñera heredero de Pinochet, Bolsonaro con su reactivada Junta militar de gobierno, Macri heredero de Videla y Uribe con su títere presidente, sigue siendo una amenaza para la paz de Latinoamérica.
Los victoria fue indudablemente política, en primerísimo lugar del pueblo venezolano, el gobierno de Nicolás Maduro, la FANB y las milicias Bolivarianas, que con sus contundentes movilizaciones en las fronteras, agitando consignas por la paz, la autodeterminación, la soberanía y contra la intervención militar imperialista, solicitada por el títere Juan Guaidó, dieron al traste con la anunciada intervención de las tropas norteamericanas, para consolidar el golpe de estado, que amenazaba con transitar por la ruta ya señalada en Siria, años de guerra y cientos de miles de vidas sacrificadas para detener la voracidad imperialista.
En segundo lugar, se logró que, pese a los riesgos latentes, la diplomacia internacional de la paz, el método de diálogo y la solución política de los conflictos internos y el rechazo al uso de la guerra como método de acción política extranjera para injerir en la vida interna de los países haya prevalecido. La coalición orquestada durante meses por los halcones del gobierno de USA, con la obsecuencia de los firmantes de la carta de lima y el arlequín que oficia de secretario de la OEA, para invadir a Venezuela quedó fragmentada en ese su principal propósito.
De la euforia previa al fiasco del “Aid Live Venezuela” y del 23F, pasaron a las caras largas de la reunión de grupo de Lima en Bogotá, precedida de declaraciones del gobierno de Perú, Costa Rica y el General vicepresidente de Brasil, llamando a privilegiar la solución política y renunciando al uso de la fuerza en el conflicto venezolano. Esa victoria quedó consignada como principal punto de la declaración de dicha reunión: “Lograr el retorno de la democracia en Venezuela, hacerlo por medidas diplomáticas sin recurrir al uso de la fuerza…lo que ha quedado demostrado es que el uso de la fuerza lo único que produce es muertos y heridos”. Mas claro no canta un gallo, no importa que la declaración conserve un tufo de amenazante hipocresía.
El gobierno, la Fuerza Armada y la Unión Cívico-Militar salieron fortalecidos, la operación Elliott Abrams fue un total fracaso, no fue respaldada por sus vasallos, no hubo invasión, no entró ningún camión con la “ayuda humanitaria”, no asistieron cientos de miles a las fronteras a respaldar al ilegítimo, la anunciada división de las fuerzas armadas no se sucedió, Juan Guaidó quedó mas ilegítimo que antes de su autoproclamación y hoy funge como comandante en jefe de un puñado de policías (12 aproximadamente) disidentes y algo más de mil guarimberos, abandonados en Cúcuta, pasando las duras y las maduras y reclamando a Duque y a Guaidó que les paguen lo prometido.
La vigencia del derecho público internacional retornó al seno de la Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, en el cual, convocado de emergencia a solicitud de EE. UU, Abrams presentó proyecto de resolución prescindiendo del uso de la fuerza, pero promoviendo una salida “democrática” que contemplaba “solución pacífica sin Maduro”, que obtuvo mayoría, pero no fue aprobada gracias al voto de Sudáfrica y al veto de Rusia y China. Tampoco fue aprobado el proyecto alterno, ese si democrático, de Rusia, que proponía acoger el mecanismo propuesto por México y Uruguay. Sin duda la sensatez retornó al seno de la comunidad internacional.
El rechazo al uso de la fuerza trajo algo de tranquilidad al pueblo venezolano, que ve un tanto más lejana el fantasma de la invasión y la guerra, el gobierno de Venezuela ha dejado claro que acepta el envío de ayuda humanitaria, pero solo a través de los canales institucionales y monitoreada por las Naciones Unidas. De hecho y sin aspavientos mediáticos, Rusia, China, la India y México han enviado miles de toneladas de alimentos, medicamentos e insumos que son distribuidos por vías institucionales del estado venezolano. Ayuda que contrasta con la mediática, politizada e irrisoria ayuda norteamericana.
El bloqueo económico, comercial y el cerco mediático contra el gobierno de Venezuela , no solo se mantiene, sino que se ha endurecido con medidas de expropiación, (léase robo) de la empresa CITGO en Estados unidos, propiedad de Venezuela, cuyo valor supera los 15.000 millones de dólares, el congelamiento de dineros de PDVSA en bancos gringos y de las reservas de oro en bancos ingleses; así como, la imposibilidad de importar alimentos, medicamentos y materias primas, solo traerá mas sufrimientos, escasez y desesperación al pueblo venezolano. La solidaridad y la lucha por la paz en Venezuela, debe incluir la exigencia previa del levantamiento del bloqueo que atenta contra la vida y los DDHH de ese hermano pueblo y constituye un crimen de lesa humanidad. La movilización derechazo a la intervención que crece en los pueblos del mundo debe mantener las consignas de “Fuera manos de Venezuela”, “el pueblo de Venezuela tiene derecho a su autodeterminación”.